domingo, 17 de junio de 2012


Pensando en el objeto de arte y su valoración.

Las sociedades en su transcurso civilizatorio son productoras de culturas, un proceso complejo donde se dan las contradicciones e incidencias, allí residen y están contenidos los rasgos procesados y acumulados más fundamentales de las identidades que le proveen una singular personalidad e identidad a cada sociedad en su propia época.  La cultura, un proceso complicado, producto y reflejo de las relaciones sociales de producción derivado de los presupuestos socio culturales producidos en sus múltiple manifestaciones conexas con sus distintas y diferentes expresiones nacidas y transformadas en el seno  de la sociedad.

Un proceso histórico social propio del ser humano que, se evidencia en el plano de las relaciones humanas con saltos cualitativos y cuantitativos, como consecuencias de sus propios desarrollos, en esta dinámica inciden influjos regionales y, o universales (transculturalidad), siendo este un proceso constante y cambiante en las sociedades.

En este marco, la transculturalidad, es un fenómeno socio cultural interesante de interpretar en el marco de las relaciones entre los Estados con mayor poder económico, político y cultural, y los Estados con menor poder. En esta línea de correlación, se establece la transculturalidad vertical, donde la cultura dominante dicta los enunciados, cánones, normas y los paradigmas que son los dogmas innegociables. Igualmente, mencionar que en el escenario mundial, los centros operativos de la cultura dominante, se da la situación de transferencia, cambiando según su avance o desgaste en el poder político y económico. Pero también, existe la incidencia en menor grado de las culturas o Estado dominados sobre los dominantes.

En el caso de su cumbre, se procesan hábilmente políticas y estrategias expansionista, fomentando su cultura vertical. Esto contribuye a someter a los Estados, pueblos indígenas, etnias y pueblos multiculturales, con menos posibilidades de competir con el poder vertical, transformando o confundiendo las identidades o parte de los idearios socios culturales.

El arte, en el complejo desarrollo de las relaciones, al igual que la cultura, es un reflejo de las relaciones sociales de producción, que como categoría de la conciencia social, tiene consecuentemente el  componente de clase, es decir, esa manera de sentir, de concebir y abstraer la realidad a partir de la concepción y el estatus de clase. De manera que el valor estético, no puede ser aprehendido, abordado, sino es, en el marco de la dimensión socio cultural.

Mas sin embargo, arte o el hecho estético históricamente han sido avalados, potenciado, o definido como tal, por las elites que se expresan a través del poder político, económico, religioso y militar. Desde Grecia, Roma, el Medio Evo, el Renacimiento, en la América precolombina y en las sociedades occidentales contemporáneas; han sido los poderíos políticos, económicos, militares y religiosos quienes definen y ostentaban el arte a favor del estatus quo y al mantenimiento del  mismo poder.

Como producto histórico socio cultural, el arte debe incluir la historia al hecho estético. Además, se deriva de la necesidad de re significar a través de la representación y la simbolización de los momentos perentorios en las transformaciones, cambios, estabilidades y hasta las luchas sociales, como convicción ética y estética, o al menos acercarse a su historia. Como forma del pensamiento es ideología, de ahí su cargamento que bien puede ser a favor de las causa justa o como “arte por el arte” que eleva las formas y las posiciones subjetiva, alejada de la consecuencia social e histórica, subordinando el objeto o el hecho estético por excelencia en decorativo.

La noción de arte en el proceso de la cultura, es consecuentemente el valor estético, que tiene una dimensión humana y antropológica, aparece como valor paradigmático, enunciado irrefutable que se ha establecido inamoviblemente, teniendo su metamorfosis conceptual, avalada y producida de manera vertical, por las culturas donde está el centro o las metrópolis del poder. En estos centros de poder, son las elites del capital o los intelectuales que mayormente pertenecen a las medias y altas esferas, quienes dictan y aprueban el valor del signo estético.

Por un lado, el arte ha estado sometido a ese fenómeno de reprimir la libertad de creación, o manipulación, por otra, de enajenar a los artistas a la búsqueda de un éxito banal alienante, cosmopolita con expresiones carentes de un sentido histórico con una retorica plástica recurrente, repetitiva y en el engañoso proceso del mercado que nubla la sensibilidad y el acto de libertad de creación, de allí la enajenación paradigmática de los artistas.

El arte en la mayoría de casos y de géneros, se encarga entonces, de satisfacer las necesidades y los antojos más elementales hasta los fútiles de las élites, pues son ellas las que acreditan y ratifican mediante los ilustrados marchand, jurados, curadores, galeristas, escritores de arte, que en la mayoría de casos han sido instruidos o educados con el ojo estético a favor del gusto burgués. Una apropiación donde el objeto o hecho estético se enclaustra; la noción de la libertad de expresión manifestada a través de una conciencia y sensibilidad manipulada a las exigencias de los sectores dominantes y del mercado que decoran los espacio y hace suyo la exclusividad del goce estético.

De manera que las galerías, los museos, los certámenes, las exposiciones, las bienales, son los escaparates, las vitrinas, centros operativos donde los mandarines o emisarios del poder dictan las normas y los nuevos cánones a seguir como ley incuestionable.

Por otro lado, el arte como usufructo emanado del proceso de socialización y culturización, tiene como responsabilidad histórica de ser el procesador o tamizador de los hechos a través de los contenidos comunicacionales con una carga emotiva expresada a través del signo creativo. Lo que constituye, en la línea del tiempo, parte de la memoria histórica de los pueblos y lega afianzar una lectura de una parte de la identidad socio, histórico y cultural. 

También, se puede aludir que en los procesos socio culturales cuando estos son más álgidos, de convulsión, de cambio, de caos político, cultural y económicos; la creatividad parece ser un valor que cobra mucha significación, derivada de la misma realidad, posiblemente por la urgente necesidad de expresarse contra el caos o el status quo, o bien por la imperativa necesidad de revalorar e interpretar a través de medios creativos la realidad, desafiar, apologizar o denunciar los sistemas o los hechos  que imperan en la sociedad. De tal manera, que el arte proporciona una matriz importante en las significaciones estética en los momentos socio, históricos-culturales.

En este marco conceptual, existe el mito casi absoluto que, son los intelectuales, los artistas y lo escritores, quienes empuñan el arma de la estética para ser y hacer vanguardia en la sociedad, pero esto, constituye casi un mito. Son vanguardia, un número reducido de actores estéticos que definen y determinan su quehacer creador a favor de los cambios tanto creativos como sociales. El compromiso o esa acción, surge, a partir de varios elementos. La concepción o cosmovisión que en síntesis es la categoría de clase lo que determina el perfil de su obra creadora,  su  compromiso estético, ético y social de comunicar lo incomunicado o reinterpretar a través de un lenguaje estético.

No se puede negar que en esta relación arte, artistas, intelectuales y sociedad, hay actores que constituyen ser componentes activo en las filas de los movimientos sociales o en los grupos políticos a veces revolucionarios, que defienden las convicciones y construyen con la estética, la lucha, la convicciones a favor de la justicia junto con las masas, si los hay pero nos son todos, sino, solo aquellos que tiene los componentes ideológicos, políticos, estéticos y están claros de su compromiso con la sociedad y con su historia

Pero, están las fisuras de los sistemas, que permiten contradecir los paradigmas, así hay creadores que se escapan o contradicen los prototipos y son los que dan el salto cualitativo en las tendencias o istmos estéticos, pero en la mayoría de  casos son excluidos, censurados, exilados y hasta ignorados en la historia en sus mismos nichos socios culturales. También se dan raros casos que el aporte patrimonial es reconocido hasta después de su muerte.

De manera que, el arte o el valor estético, está en la mayoría de veces supeditado o manipulado a la medida de los consorcios del mercado, una trampa que lleva al artista (sobre todo a los de las artes visuales) a caer en la seducción de una realidad engañosa.

Entonces, se hace necesario, reconstruir posturas más coherentes o tomar conciencia de los embates, a reconocer que somos un sector de la población susceptible con muchos niveles de vulnerabilidad; en fin, intentar tomar la bandera soberana de la libertad de creación fuera de los patrones del mercado.


Isaías Mata

No hay comentarios:

Publicar un comentario